El Bierzo pone la mesa: Gastro-Ruta Amalavida-Palloza de Cantexeira
El Bierzo se pone en pie con la mesa como bandera
El Bierzo nunca ha necesitado artificios para definirse. Bastaba un botillo humeante en la mesa, un vino tinto con cuerpo, un pimiento asado al carbón. Pero la despoblación y la falta de oportunidades amenazan con apagar ese fuego.
Frente a ello, surgen iniciativas que buscan dinamizar el territorio a través de lo que mejor saben hacer: cocinar y compartir. El 28 de septiembre, la comarca vivirá una nueva edición de la Gastro-Ruta Amalavida-Palloza de Cantexeira, enmarcada en el proyecto “Comanda en Ruta. El Bierzo en tu plato”.
No se trata de un festival masivo ni de una feria ruidosa. Al contrario: solo quince personas tendrán la oportunidad de participar en esta experiencia íntima que conecta dos cantinas rurales. Cantinas que no son restaurantes de moda, sino espacios humildes, cocinas de aldea donde la autenticidad se sirve sin filtros. Allí, los vecinos preparan lo que conocen de memoria: embutidos, panes, miel, vinos, guisos sencillos pero intensos.
El formato combina caminata, degustación y relato. Los participantes recorrerán un tramo que une las dos cantinas, acompañados de una visita guiada que pone en valor la historia y la cultura del entorno. Entre parada y parada, la mesa se convierte en escenario. Degustaciones gratuitas de productos bercianos muestran la diversidad de un territorio que tiene en la tierra y el clima, sus aliados: vinos con carácter, verduras de huerta, carnes curadas, dulces tradicionales.
El objetivo declarado es dinamizar el entorno rural. Pero en realidad va más allá. La Senda de las Cantinas busca devolver autoestima a los pueblos, recordar a sus habitantes que lo que tienen en la despensa es riqueza cultural y económica. También intenta enseñar al visitante que el turismo gastronómico puede ser sostenible.
Las limitaciones logísticas —aforo reducido, accesos complicados, infraestructura escasa— son a la vez obstáculo y virtud. Hacen que la actividad no pueda crecer de golpe, pero garantizan que lo que se ofrezca sea auténtico, manejable y fiel al espíritu rural. La clave estará en repetir, en ampliar poco a poco, en crear una red de gastro-rutas que permitan al Bierzo mostrarse estación tras estación: setas en otoño, guisos en invierno, huerta en primavera, parrillas en verano.
El impacto económico directo será modesto, pero el simbólico puede ser enorme. El turista que vive esta experiencia difícilmente la olvida, y la palabra corre rápido. Los productos locales pueden ganar nuevos clientes, las cantinas recuperar público, los pueblos sentirse parte de una historia mayor. En tiempos donde la despoblación amenaza con vaciar comarcas enteras, cada iniciativa que devuelve vida a un pueblo es un gesto de resistencia.
El Bierzo tiene, además, un capital simbólico fuerte. Su gastronomía no es invento reciente, sino herencia transmitida de generación en generación. Convertir esa herencia en motor económico es tan legítimo como necesario. Y hacerlo a través de rutas pequeñas, cuidadas, con relato y con sabor, puede ser la manera de diferenciarse en un mercado turístico saturado.






