LO QUE SE CUECE

La industria alimentaria de Castilla y León está perdiendo fuelle

En 2024, el número de empresas activas en el sector cayó un 1,56%, situándose en 44.424, según datos de la Consejería de Sanidad.

Los negocios locales son los más afectados, con una disminución del 1,9%, pasando de 35.931 en 2023 a 35.258 en 2024. Este descenso continúa una tendencia negativa iniciada en 2020, cuando había 37.201 establecimientos. Por otro lado, las empresas de ámbito nacional también sufrieron una ligera caída del 0,4%, registrando 9.166 en 2024 frente a las 9.201 del año anterior.
Por provincias, Soria y Salamanca fueron las únicas que mostraron un crecimiento, con aumentos del 0,9% y 0,4% respectivamente. En contraste, Zamora lideró las pérdidas con una reducción del 4%, seguida de Valladolid (2,9%) y León (2,7%).

En apenas un año, más de 700 empresas han echado el cierre

En Castilla y León, la industria alimentaria no suena como antes. No hay estridencias, pero sí una pérdida constante que apenas hace ruido fuera de los informes. Una cifra que lo resume todo: 44.424 empresas activas en 2024, 705 menos que el año anterior. Un descenso del 1,56%. No es nuevo, pero ya tampoco es anecdótico.

Lo que se observa es un ritmo sostenido de cierre, más acusado entre los establecimientos de ámbito local. En un año, han desaparecido 673 negocios de ese tipo. Desde 2020, la pérdida suma casi 2.000. Es una disminución que no siempre se ve en las ciudades, pero que se siente —con nitidez— en pueblos donde la actividad alimentaria no es un complemento, sino el centro.

Una red que se debilita sin romperse del todo

El sector no se ha desplomado, ni mucho menos. Sigue siendo una parte esencial del entramado económico de la Comunidad. Pero el deterioro es claro, y más relevante por cómo ocurre: sin un hecho detonante, sin titulares, sin protestas.

Basta mirar el reparto provincial para entender que no es homogéneo. Soria y Salamanca escapan —por poco— a la tendencia. Sus datos crecen un 0,9% y un 0,4% respectivamente. Pero en otras provincias, como Zamora, Valladolid o León, Burgos o Segovia la caída ronda el 2%. En Zamora, alcanza el 4%.

La desaparición de estos negocios suele ser silenciosa. No cierra una planta con centenares de empleados, sino un pequeño obrador, una empresa familiar, una actividad secundaria que se sostenía con esfuerzo. El tipo de empresa que no sale en los telediarios, pero que marca el pulso real del territorio.

Más allá del número

Los registros oficiales lo documentan: cada establecimiento se inscribe, se verifica, se controla. Lo hace la Consejería de Sanidad, en parte para garantizar la seguridad alimentaria, en parte como termómetro del sector. En teoría, la herramienta es neutra. En la práctica, evidencia una tendencia preocupante.

El control oficial no es el problema. Lo es el contexto. Los costes aumentan, las exigencias técnicas también. Las ayudas no siempre llegan, y cuando lo hacen, no siempre compensan. El resultado es que quienes están al límite —económica o generacionalmente— optan por dejarlo.

Hay también una fatiga estructural: muchos de estos negocios no encuentran relevo, ni compradores, ni visibilidad suficiente. El mercado es duro. La normativa, a menudo pensada desde el centro, no tiene en cuenta las peculiaridades de lo rural. La distancia, la estacionalidad, la escala reducida… todo pesa.

No es un colapso, es una erosión

La industria alimentaria no está en crisis en Castilla y León. Sigue funcionando, sigue exportando, sigue ocupando espacio en la economía regional. Pero pierde capas. Pierde presencia. Y, con ello, pierde arraigo.
Se mantiene el esqueleto, pero se van desgastando los capilares. Un cierre en una cabecera de comarca significa menos producto local en el mercado, menos empleo joven, menos motivo para quedarse.
Detrás del 1,56% hay algo más que matemáticas. Menos operadores pequeños, más concentración. Menos diversidad de modelo, más uniformidad. Hay una lenta desmovilización del tejido productivo más cercano. No todo desaparecerá, pero sí cambiará.

A veces basta una estadística para entender una transformación profunda.

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