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Ruta del Torrezno de Soria: el viaje crujiente que une pueblos, bares y sabores todo el año

Un itinerario gastronómico y turístico permanente que recorre 12 localidades sorianas, marida torreznos con vinos de Ribera del Duero y convierte cada bocado en un motivo para descubrir la provincia.

Una ruta anual que une gastronomía, turismo rural y vino en 12 pueblos y 47 bares y restaurantes.

Hace unas semanas os hablábamos de la redención del torrezno de Soria. Y es que esta región lo respira. Y no solo en fiestas o domingos soleados: desde este verano, ese aroma está garantizado cualquier día del año. La Ruta del Torrezno de Soria ha dejado de ser un evento puntual para convertirse en un itinerario permanente. Una red de bares y restaurantes que, repartidos por 12 localidades, ofrecen esta joya crujiente como carta de presentación y pasaporte a una provincia que late lenta y firme.

No es un festival de un fin de semana ni una moda pasajera. Es una invitación abierta para recorrer pueblos, probar vinos, charlar de barra en barra y descubrir que el sabor, cuando se cuida, puede ser motor de turismo.

Un mapa que se come con las manos

El punto de partida es sencillo: 47 establecimientos que puedes consultar en este enlace han dicho sí a la propuesta de la Asociación Soriana de Hostelería y Turismo (ASOHTUR) y la Marca de Garantía Torrezno de Soria. Entre todos dibujan un mapa que va de la capital a enclaves como Almazán, Berlanga de Duero, Aldehuela de Calatañazor, San Esteban de Gormaz, El Burgo de Osma, Cueva de Ágreda, Matalebreras, Navaleno, Vinuesa, Abejar y San Pedro Manrique.

En cada parada, el torrezno se sirve con su personalidad. A veces solo, sobre una tabla de madera que deja oír el golpe seco del cuchillo. A veces acompañado de patatas, huevos o guisos que recuerdan que aquí el cerdo es cultura. Y siempre con esa textura que lo ha hecho famoso: corteza que estalla, magro jugoso, grasa melosa.

Más que un bocado, un itinerario

El cambio respecto a ediciones anteriores está en el tiempo. Antes, la ruta tenía fechas fijas. Ahora es anual: comenzó en junio de 2025 y seguirá viva hasta junio de 2026. Esto significa que no hay que correr para “pillarla” antes de que acabe: cada mes es bueno para lanzarse a recorrerla.

Esta permanencia rompe con la estacionalidad del turismo rural. Un visitante puede llegar en otoño, con los pinares oliendo a resina, o en pleno invierno, con la nieve cubriendo los tejados, y saber que encontrará torrezno de calidad en su punto.

Vino y corteza: un pacto perfecto

La ruta también propone maridajes con cinco bodegas de la Ribera del Duero soriana. No son combinaciones improvisadas: cada una de ellas ha seleccionado un vino que se entienda con el torrezno, que aguante su potencia y que, al mismo tiempo, aporte matices.

De Castillejo de Robledo llega Silentium Crianza; de Bodegas Rudeles, el Rudeles 23; de Viñedos y Bodegas Gormaz, 12 Linajes Roble; de Dominio de Atauta, La Celestina; y de Bodegas Agoris, el Agoris 2023. Tintos que acompañan el viaje y que invitan a alargar la sobremesa.

Creatividad sin perder las raíces

En julio, el Centro Integrado de Formación Profesional La Merced acogió la final del concurso El Mejor Torrezno del Mundo – categoría Innovación. La premisa era clara: sorprender, pero sin borrar la esencia. Seis cocineros presentaron platos que reinterpretan el torrezno en clave contemporánea, y tres de ellos se llevaron el aplauso del jurado: Lourdes Cascante (Los Villares), Francisco de Gregorio (Virrey Palafox) y Mario Sanz (La Gastrotasquita).

No se trataba de disfrazar el producto, sino de hacerlo viajar: torreznos en milhojas con crema de panceta y chutney de albaricoque, bocados que combinan texturas, guiños a otras cocinas. Las creaciones ganadoras se ofrecen durante dos semanas en los locales, para que cualquiera pueda probarlas sin necesidad de ir a un concurso.

Una IGP que avala y protege

La fuerza del torrezno de Soria no se sustenta solo en su popularidad. Desde noviembre de 2024 cuenta con la Indicación Geográfica Protegida (IGP), un sello que garantiza su origen y proceso de elaboración. Este reconocimiento europeo refuerza lo que ya sabían los locales: que el torrezno es un producto único, ligado a su tierra y a un saber hacer que no se improvisa.

Las cifras hablan: en 2013 se producían 32.000 kilos al año; en 2023, tres millones. Y las previsiones apuntan a que en 2025 se podrían alcanzar los cuatro millones. Una cadena de valor que beneficia a ganaderos, secaderos, restaurantes y comarcas enteras.

Historias detrás de la barra

Recorrer la Ruta del Torrezno de Soria no es entrar en bares donde los clientes se conocen por el nombre, donde el camarero cuenta la última nevada o recomienda un sendero que empieza detrás de la iglesia. Es descubrir que, a veces, el mejor maridaje no es el vino, sino la conversación.

En Navaleno, un restaurante sirve torrezno junto a boletus salteados en temporada. En Vinuesa, la corteza cruje mientras por la ventana se ve la lámina plateada del embalse de La Cuerda del Pozo. En Berlanga, el plato llega sobre un mantel de cuadros y con un chato de vino servido sin prisa.

El Parador y la elegancia del suflado

El Parador de Soria, con vistas al Duero, ha incorporado su propio guiño a la ruta. Aquí el torrezno se mima: primero se cuece a baja temperatura, luego se suflada en el horno, hasta lograr una corteza fina y aireada que contrasta con el magro tierno. En el concurso de innovación, presentaron una milhoja con patata revolcona, crema de panceta y chutney de albaricoque, uniendo tradición y técnica sin estridencias.

Turismo con sabor a futuro

Detrás de cada torrezno hay una estrategia: atraer visitantes, dar vida a los pueblos, fortalecer la identidad de Soria como destino gastronómico. No es un proyecto pensado para el escaparate de las redes sociales, sino para las mesas reales, las que se llenan un martes cualquiera en invierno.

El torrezno no necesita artificios para convencer. Su fuerza está en la honestidad de un producto bien hecho, en la hospitalidad de quien lo sirve y en la experiencia de recorrer carreteras secundarias hasta llegar a un pueblo que, quizás, no estaba en los planes, pero al que se volverá.

Una ruta sin fecha de caducidad

La Ruta del Torrezno de Soria seguirá viva hasta junio de 2026, pero su espíritu ya es de largo recorrido. Ha nacido para quedarse, para ser una excusa que una gastronomía y territorio, para que la gente viaje con hambre y vuelva con historias.

Porque al final, esta ruta no solo alimenta: conecta. Une a los que la recorren, a los que la cocinan y a los que han hecho del torrezno no solo un plato, sino una forma de decir: aquí estamos, y esto es lo que somos.

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