De la tinta a las pantallas: el desafío ético en la nueva era gastronómica.
Adaptarse al nuevo escenario sin comprometer la integridad y la credibilidad.
Desafíos del periodismo gastronómico en la era digital: ética, transparencia y el impacto de las redes sociales.
Haz memoria. ¿Recuerdas esos recortes de periódico enmarcados en la pared, donde el dueño de un local presumía, con orgullo, servir las mejores bravas de la ciudad? Pues bien, ese legado está a punto de desaparecer. ¿Sorprendido? No deberías estarlo. Todos sabemos que la batalla de los restauradores ya no se libra por una mención en la prensa impresa.
Ahora, la contienda radica en que los clientes se conviertan en sus mejores promotores, publicando fotografías de sus platos en las redes sociales. Y si lo hace un influencer, mejor que mejor.
Los medios sociales han dado un vuelco total a cómo nos hablamos, nos informamos y nos conectamos con los demás. Han transformado por completo el panorama mediático. Admite que, como muchos, hojeas rápidamente los titulares de los periódicos, llevas tiempo sin abrir un libro y te pegas unas cuantas horas engullendo contenido en redes.
Los influenciadores, por lo general, no suelen contar con formación formal en comunicación, pero han emergido como figuras destacadas al conectar genuinamente con sus audiencias. También han democratizado la información alimentaria y han aportado frescura al paisaje periodístico. ¿El secreto? Su autenticidad y habilidad para compartir experiencias personales.
En España, hay 12.000 creadores con más de 100.000 seguidores (2btube 2023), y las cifras siguen aumentando. Pero el fraude también crece. La agencia H2H cerraba 2018 con un estudio que arrojaba que uno de cada cuatro seguidores eran falsos. Y, aun así, son el ojito derecho de las grandes marcas, que les dan una buena tajada del pastel del gasto promocional (20.000 millones en 2023). ¿Podrían los medios sentir cierto resquemor al respecto?
La línea que separa el periodismo de la influencia se difumina y, tanto la prensa como la sociedad, nos vemos en la necesidad de reflexionar sobre la ética, la transparencia, la calidad y el análisis de resultados en esta realidad mediática.
Para empezar, ¿tenemos todos la capacidad de diferenciar a un periodista de un gurú de las redes? Susana Martín, veterana en medios como El Mundo, Tapas, y Fuera de serie, comparte su perspectiva claramente: “Los periodistas siempre aportamos ese toque extra: más profesionalismo, experiencia y un rigor informativo que suma. Claro, hay influencers que también aportan valor difundiendo proyectos y descubriendo locales nuevos. Pero no deberíamos confundir el periodismo con la afición a las RR. SS. Son muy diferentes, aunque no sé si todos lo tienen claro y valoran la diferencia.”
En segundo lugar, nadie que yo conozca disfruta trabajando por la cara y mucho menos que goce pagando por ello. Los ‘me gusta’ y los selfies con kombucha no son gratis. El negocio está en la permuta -obtener bienes o servicios a cambio de promocionarlos en las plataformas digitales-. A los más reconocidos, con más de 10.000 seguidores, se les suele pagar alrededor de 150 € por una publicación. Si tienen más de un millón, la tarifa puede superar los 5.000 €.

Lo de los periodistas es otro cantar. La escasez de insumos en los medios, sumada a la precariedad salarial de la profesión y la necesidad de afrontar costos significativos asociados a reseñas y productos gastronómicos, lleva a muchos profesionales a depender de las invitaciones como una vía para cubrir gastos. ¡Cómo no!, con un ingreso promedio de 10,64 €/hora (talent.com). Una limpiadora cobra, mínimo, 12 € limpios. Un fisioterapeuta 45 €.
En el artículo de El País titulado ‘La falsa vidorra del periodista gastronómico’, Jordi Luque resalta un punto crucial: “El medio para el que trabajamos debería cubrir la cuenta de lo que consumimos en nuestras misiones, tanto el periodista como el restaurante no deberían hacerlo. Lamentablemente, esto solo sucede en algunas ocasiones; en su mayoría, nos encontramos pagando para poder llevar a cabo nuestro trabajo”.
Pero los convites brindan acceso a información exclusiva, fortalecen la colaboración con la industria alimentaria y facilitan ofrecer reseñas más informadas. “Creo que es necesario en el contexto en el que vivimos. Mayormente, los periodistas nos hemos convertido en contadores de historias y estas experiencias nos permiten conocer las novedades en nuevas aperturas”, afirma Abraham Rivera, que ha dejado huella en medios como El País o Traveler, entre otros. “Muchas veces es la única opción que tienes de conocer determinadas marcas o productos. Desde una nueva línea de Schweppes hasta un roscón especial que ha sacado Mallorca. Considero que es otra manera de saber y estar al día de lo que sucede en el sector”. Sin embargo, destaca que se reserva el derecho a no publicar si la experiencia no le resulta favorable. “Voy, pruebo, miro, conozco y ya”.
Por supuesto, hay salvedades. Para Fernando Calero crítico independiente que escribe en @gastroactitud, la transparencia y la imparcialidad son esenciales: “Como norma general, no acepto invitaciones para mantener la objetividad en mis críticas. Sin embargo, en ocasiones inevitables, dejo claro que esto no afectará en nada a la reseña del lugar, la comida y el servicio”, establece. Además, cree fundamental mantener un criterio independiente. “En caso de invitación, se debe informar previamente a la marca avisando que esto no influirá en el juicio”. También es esencial informar a los lectores sobre patrocinios para mantener la confianza.
El tercer dilema radica en mantener un perfil bajo al llegar a un restaurante. Maticemos, porque es común mezclar los roles del influencer, del periodista y del de crítico gastronómico. No son lo mismo. Uno persuade, otro informa y el último evalúa. Es crucial definir claramente sus cometidos. En este contexto surgen los “inforluencers” (Rodríguez-Ruibal y Aboal-Beloso, 2018, p.691), un híbrido entre el influencer y el periodista. Éramos pocos y parió la abuela.
Los primeros no son precisamente discretos. ¿Por qué pasar desapercibidos cuando el objetivo es obtener visibilidad y alcance? Compartir sus experiencias enriquece su contenido e influye en las decisiones de sus seguidores. Destacar su presencia en locales forma parte integral de su estrategia.
Esta disyuntiva afecta al periodismo tradicional que busca honestidad y la ecuanimidad. “Creo que el crítico no debe avisar que va a un restaurante, ni por redes ni de ninguna otra forma. Lo mejor es hacerlo de forma anónima y que te traten como a cualquier otro cliente”, sostiene el crítico Calero.
Abraham Rivera argumenta: “Es positivo mantenerse conectado y relatar de manera inalterada lo que experimentamos. Las RR. SS. son una plataforma de comunicación adicional, donde la gente busca referencias o se forma una idea de lo que hemos probado. Cuando fui a Lana, algunos seguidores me preguntaron sobre la experiencia o el precio de algunos platos”. Una muestra clara de que la visibilidad también es buena para que uno construya una marca personal y conecte con lectores y adeptos.
Y para concluir: el postre. Ese momento en que el chef sale a saludar y a preguntar si todo ha sido de nuestro agrado. Y ya que está aquí, planteo: intimar o no intimar, he ahí la cuestión. “Creo que es siempre bueno mantener una relación amable con el sector”, aboga Rivera.
En algunos trabajos, las amistades nacen solas. Cuando estás rodeado de gente que comparte tu pasión, suele surgir la camaradería. Nos pasa a todos. Susana Martín lo ha vivido en sus carnes: “Si vives esto apasionadamente, es inevitable coger cariño a los profesionales que se dejan la piel en sus restaurantes, bodegas, etc. Para mí, con esto no pasa como con la política. Muchas veces nos perjudica estrechar lazos con los gobernantes de turno, porque cuando tienes que criticarles es complicado. Para mí, la gastronomía es una pasión, y pasa como en la vida. Te encuentras gente tan alucinante (también algún petardo), que te encanta incorporarlos en tu vida, y por qué no”.
Sin embargo, la cosa vuelve a estar en poner en tela de juicio la imparcialidad de los textos. Textos que van más allá de descripciones de restaurantes, donde se exploran innumerables aspectos, desde los productos locales hasta las políticas alimentarias y todas las ramificaciones que conforman el universo de la alimentación.
Recapitulemos que ser periodista no es equivalente a ser crítico. Cuando Abraham mencionaba que su enfoque se asemeja más al de un narrador de historias que al de un reseñador que evalúa, juzga y pondera, quizá quiera decir que el connoisseur lo tenga más complicado. “Es muy difícil juzgar objetivamente a un amigo. Por eso no creo que sea lo más conveniente establecer amistad con cocineros o personas que dirigen o trabajan en un restaurante. Yo, en general, las evito”, reconoce Fernando.
En la dualidad de periodismo e influencia, existe una convergencia: unos buscan trasmitir la verdad al lector de manera transparente, otros se centran en contar historias honestas para respaldar marcas. ¿Son las reglas del juego iguales para todos? Los periodistas buscan mantener la credibilidad y una presencia efectiva en redes, se adaptan a la nueva narrativa, luchan contra la desinformación, priorizan el compromiso y lidian con la inestabilidad financiera.
¿Es correcto exigir que la prensa se adapte al nuevo escenario y luego cuestionar su integridad si lo hace?






